Conversando con Lucía Calvo

Lucía Calvo es periodista y trabaja en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona a cargo de proyectos participativos y de la edición de contenidos multimedia. Acaba de publicar, junto con María Farràs, “El CCCB en la Red” una radiografía de la presencia del CCCB en la llamada web 2.0, un documento de trabajo que establece pautas de uso y de estilo y las líneas de trabajo futuras del CCCB en el ámbito digital.
MEDIAMUSEA: ¿Lucía, en qué favorece el uso de las nuevas tecnologías a las instituciones culturales?
LUCÍA CALVO: Las nuevas tecnologías cambian la forma de producir, distribuir y compartir la cultura. Internet está basado en una forma de organización en red, horizontal y no jerárquica. El modelo de comunicación ahora es multidireccional. Todas estas transformaciones abren el camino hacia nuevas formas de difundir, divulgar y de aprender de la cultura, hacia niveles de participación que van mucho más allá de la visita pasiva a una institución, hacia una popularización de la cultura ─ya no son unos pocos los únicos que saben y atesoran conocimiento─, hacia la aparición de nuevos géneros y formatos culturales, etc. El reto está en que los responsables de las instituciones culturales entiendan, asimilen e integren estas transformaciones al funcionamiento y forma de ser de las organizaciones.
MM: El móvil se ha convertido en un elemento muy usado y de gran versatilidad. En los museos puede tener variadas aplicaciones, pero algunas implican que se use la cámara del teléfono. Gran parte de los museos españoles impide realizar fotografías en su interior, elemento difícil de controlar si se permitiera el uso del móvil para otras aplicaciones. Se quita esta prohibición, se obvia el uso del móvil… ¿cómo se resuelve esta situación?
LC: Creo que el uso de cámaras o de teléfonos móviles dentro de las salas de exposición es algo muy difícil de controlar y cada vez lo será más. No sé qué solución es la mejor. Quizás lo más sensato es adaptarse a los nuevos tiempos y permitir realizar fotografías e utilizar cualquier tipo de gadget dentro de las instalaciones museísticas. Una de las funciones de los museos es social, que la gente vaya a visitarlos. Si la sociedad cambia pero los museos no se adaptan…
MM: Códigos bidimensionales, realidad aumentada, aplicaciones móviles, tecnología NFC… ¿es necesario apostar por todas estas novedades o puede un exceso de tecnología desvirtualizar el concepto de museo?
LC: Yo creo que se comete el error de creer que ser innovador supone utilizar las últimas tecnologías en el museo. El cambio cultural no es tecnológico, es mental (y quizás generacional). Tener la pantalla táctil más potente del mercado en la recepción de un museo es fabuloso y seguramente atraerá más público pero ¿qué pasa con el capital humano de la organización? ¿Qué pasa si nos gastamos la mitad del presupuesto en gadgets y aplicaciones pero la organización sigue funcionando con patrones y metodologías de trabajo anacrónicas?
Es interesante aplicar novedades tecnológicas a proyectos culturales, siempre y cuando tengan sentido y se adecuen a los objetivos y contenidos del proyecto. Hay iniciativas realmente innovadoras que no tienen por qué estar ligadas a los últimos avances tecnológicos. En I+C+i del CCCB Lab organizaron talleres de cocreación en cultura en los que se utilizó plastilina para diseñar modelos de participación 🙂
MM: En relación al complejo tema de los derechos de propiedad intelectual en Internet, ¿cómo deben los museos compartir su contenido?
LC: Las licencias Creative Commons pueden ser una buena fórmula para regular derechos de autor. Hay diferentes modalidades que pueden ser más o menos restrictivas con los derechos de reproducción y distribución. No soy experta en el tema pero la práctica demuestra que los contenidos culturales acaban circulando en Internet a pesar de las restricciones legales. Si sabes que alguien acabará colgando en Youtube una conferencia que ha grabado con el móvil ¿no es mejor para el autor de la conferencia y para el público en general que la institución cultural la facilite en buena calidad y bajo una licencia que deje claros cuáles son los límites de uso y reproducción?
MM: ¿Actualmente, cómo debe ser y qué ha de tener la web de un museo?
LC: Me gustan las webs de museos vivas, cambiantes, que muestran la actividad diaria, los contenidos más nuevos. También aquellos sitios que están pensados para el disfrute del usuario. Muchas webs corporativas están diseñadas desde dentro hacia fuera, de nosotros a ellos. Importa más quiénes somos y qué hacemos que facilitar una navegación usable y entretenida al visitante virtual.
Poco a poco las webs de instituciones culturales se van adaptando más y mejor al usuario pero cuesta mucho cambiar porque la mayoría ─sobretodo las instituciones públicas─ externalizan servicios como la programación, el diseño o la actualización de contenidos.
Es complicado trabajar de forma ágil y plantear cualquier cambio en la web. Los museos renuevan sus versiones de la web cada X tiempo y entre tanto, cuesta mucho tocar nada. Son webs escaparate. Yo creo que esto ocurre porque posiblemente muchas instituciones todavía no se han dado cuenta del valor estratégico de la web. Solo hay que comparar cuántos recursos económicos, técnicos y humanos se dedican a la conservación y mantenimiento de una instalación cultural (espacio físico) y los que se dedican a su sitio web (espacio virtual). Trabajar con equipos internos transversales que incluyan expertos en programación web, diseño y contenidos facilitaría tener una web siempre a punto.
MM: El fenómeno de las redes sociales está penetrando con repentina fuerza en los museos, ¿cuál es la importancia que verdaderamente tiene?, ¿crees que es imprescindible usar estas redes o son un elementos accesorio producto de una moda pasajera?
LC: Mantener y actualizar periódicamente servicios 2.0 como Facebook o Twitter ─los más utilizados─ puede ser útil en el ámbito de la comunicación y la difusión de la actividad o de la colección de un museo. También permite un diálogo más directo con los usuarios. En el CCCB utilizamos mucho Twitter como herramienta para compartir información y aprender de las comunidades de usuarios especializadas en temas de nuestra programación (@cececebe para temas de agenda cultural, @cccblab para investigación e innovación, @cccbeducacio para la comunidad docente y educativa, @kosmopolis_CCCB para literatura o @publicspaceCCCB para el debate sobre espacio público y urbanismo). Twitter es una de nuestras herramientas preferidas porque en el centro pasan muchas cosas cada día, nos relacionamos con mucha gente y Twitter se convierte en lugar de encuentro tanto para narrar nuestro día a día como para escuchar lo que dicen los usuarios sobre los temas que nos interesan.
Ahora bien, no creo que Twitter y Facebook sean imprescindibles. Puedes no estar en Facebook ni en Twitter y tener una buena estrategia de comunicación, llegar al público que te interesa. Me parece una moda ─y quizás un problema─ la excesiva fe que se tiene en las bondades de las redes sociales. Son herramientas de comunicación, útiles según el caso. Creer que porque estamos en Facebook o Twitter hemos mejorado nuestra comunicación y difusión puede ser engañoso. Las instituciones seguimos produciendo mucho papel, nuestros datos y contenidos suelen ser de difícil acceso o estar sujetos a restricciones legales y la participación a través de Facebook y Twitter es limitada. Creo que debemos aspirar a proyectos culturales más abiertos y participativos, que van más allá del hecho de tener un community manager que nos mantenga al día en Facebook y Twitter. Internet es muy grande 🙂
MM: Se ha hablado mucho de quién o quiénes deben administrar y dinamizar las redes sociales de un museo y cuál es el perfil ideal que ha de tener. En tú opinión, ¿qué modelo consideras el más adecuado para un centro cultural?
LC: Creo que si utilizamos herramientas 2.0 habitualmente, es interesante tener en plantilla una persona (o varias en función del número de herramientas y proyectos 2.0 que gestionemos) formada en comunicación digital, que conozca a fondo el funcionamiento de Internet y de las comunidades de usuarios, que nos llevan ventaja en todo este mundo. Un buen dominio del lenguaje, las normas de netiqueta y los géneros y formatos de Internet también es útil. Ahora bien, las nuevas tecnologías y el uso de Internet (y no sólo de Twitter y Facebook) implican nuevas formas de crear y compartir la cultura y el conocimiento y creo que esto es algo que sí que han de aprender y aplicar a su forma de trabajar todas las personas que forman parte de la organización y no solo el/la responsable de redes sociales.
Decir qué modelo es mejor es difícil porque cada institución es un mundo. Hay instituciones muy jerárquicas donde imagino que debe ser una odisea intentar ser “2.0” y otras que son muy pequeñas que no pueden ni permitirse contratar una persona con un perfil de comunicación digital. Lo que sí que es interesante es que los responsables de las instituciones se planteen qué quieren ser en Internet y en función de eso, destinen los recursos humanos y económicos necesarios.
MM:Por último, ¿qué hay que hacer para que la comunicación con NNTT sea efectiva, útil y ayude a conectar realmente con el público?
LC: Ser honesto y transparente es fundamental. En Internet nos encontramos en igualdad de condiciones con nuestros interlocutores por lo que intentar “vender motos” es muy complicado o directamente no funciona. Si queremos propiciar una cultura más abierta y participativa, es importante que diseñemos bien los procesos de participación con usuarios y dejemos claro desde el principio qué queremos y qué esperamos de la gente y de qué manera pueden contribuir y beneficiarse del proyecto. En el CCCB hemos trabajado en ese sentido con iniciativas como “Brangulí estuvo aquí. ¿Y tú?” o la exposición “Pantalla Global”
¡Muchas gracias Lucía por tus respuestas!
Estupendas preguntas, Soledad y excelentes respuestas, Lucía!
No puedo estar más de acuerdo. Asimilar innovación a tecnología siempre me parece reduccionista. La innovación va mucho más allá, para que se produzaca se requiere una mentalidad abierta, un entorno facilitador de experimentación, un interrogarse constantemente por encontrar nuevas vías.
Y acierto pleno en lo de webs pensadas de dentro hacia fuera. Aún tenemos los museos muchas webs más en clave de lo que nos interesa comunicar desde las organizaciones que de qué y cómo pueda realmente interesar a los usuarios. Pero despuntan ya excelentes ejemplos, como la nueva web del Walker Art Center o la recién renovada del Macba, que ya apuntan nuevas tendencias.
Gracias a las 2:)